martes, 10 de septiembre de 2013



Esferas-19


El edificio teatral sería una máquina salutífera, una ortopedia terapéutica, al modo de esas cabinas individuales dispuestas para encerrarse en ellas y desahogarse pegando gritos, un huevo para la salud mental, para la relajación de la tensión esquizoide que impone el aparato. Como la cabina, exigiría aislamiento y libertad. Tras penetrar en el huevo la puerta se cierra y ya nadie puede salir ni entrar, el óvulo queda cerrado, acondicionado y aislado, ahora sólo sería cuestión de garantizar la libertad, para eso debería verse libre de censura, de moral, de filosofía, de arquitectura, de prejuicios, de prepotencia. Cualquiera puede ver que la dificultad estriba en asegurar que el espacio teatral sea un terreno de aventura exento de la influencia del poder exterior hegemónico, ¿es eso posible? Y si lo fuera ¿sería soportable? Si se sobreviviera al shock terapéutico ¿qué ocurriría acto seguido? ¿Podría volverse sin más, después de la experiencia, a la depresión de la solitaria cotidianidad?

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