jueves, 26 de septiembre de 2013



Reflexiones de un sustituto-interino de la Hispalense ante la convocatoria de huelga del profesorado

Un profesor (o profesora) es un adicto a dos placeres: el placer de enseñar (docencia) que es una manifestación del amor, y el placer de conocer (investigación) que de necesidad natural en todos los seres humanos se convierte en estas personas en una discutida obsesión. Es natural que la gente confíe la educación de sus hijos a individuos que tienen estas inclinaciones, decisión que reporta beneficios mutuos: los profesores (pedagogos, sabios) satisfacen sus imperiosas apetencias de amor y saber, y los padres ven a sus hijos crecer felices, realizados, satisfechos, interesados y madurando en conocimientos e inventiva. Esta es la oferta y la demanda, este es el mercado donde se produce la transacción: el público contrata al pedagogo (compra su trabajo) por un salario, con unas condiciones laborales determinadas, para la educación de sus hijos y al investigador para el progreso del conocimiento, necesidad que nadie discute.
El salario siempre fue escaso, el pedagogo es un esclavo, las condiciones las mínimas para la no extinción definitiva del saber, la vigilancia máxima no se vayan a ir de la lengua, educar, saber, sí, pero a quién, el qué, dónde y cómo. No es casualidad que sea un personaje de nuestra tradición el maestro de escuela hambriento y miserable. Todo esto lo soporta nuestro protagonista porque recibe un subsidio, un salario añadido en especie, es como contratar a adictos al hachís para trabajar en las plantaciones de marihuana. El profesor miserable se siente suficientemente pagado por las muestras de amor de sus alumnos y porque en las duras y frías noches de laboratorio infectado de cucarachas se estremece de placer ante el descubrimiento. Es verdad que la gente no contrata directamente a los profesores, lo hace mediante la delegación en unos representantes, los administradores de los fondos públicos, si lo hiciera es seguro que el profesor sería más feliz, nadie es tan insensato como para martirizar más de la cuenta a quién tiene responsabilidades sobre sus hijos. La administración es el directo contratante. Los contratantes indirectos (la gente) son nuestros amigos, los directos (la administración) nuestros enemigos. Repito esta obviedad porque no está de más ante una huelga preguntarse quiénes son los amigos y los enemigos del pueblo.
Al margen de la discusión sobre la eficacia o no de una huelga, esta rebelión de los contratados frente a los contratantes está en la tradición codificada, es al menos una necesaria performance nemotécnica. Fue la máquina de guerra más poderosa cuando más allá de un acto teatral efímero -sin restar importancia a lo aparente y a lo retórico- se hizo indefinida. La huelga, esa vieja bandera, si no hay nada mejor es lo menos que se puede hacer cuando la situación del contratado se hace insoportable. Es una obligada defensa de gente pacífica violentada, es una terapia de choque frente a infecciones generalizadas, es una medida imprescindible violentamente quirúrgica, es un tratamiento in-extremis. Pero la huelga no se realiza contra los contratantes virtuales, el público, sino contra la Administración, contra el aparato burocrático estratificado en capas concéntricas: rectorado, junta, gobierno central, comunidad europea, mercados internacionales, y más allá contra esferas de psicópatas, demonios conspirativos y espíritus malignos que habitan el oscuro y terrorífico vacío interestelar.
¿Por qué la administración, representante del pueblo, en contra de la natural inclinación e interés de éste, tortura a los profesores y obstaculiza el trabajo de sus contratados? Es una pregunta retórica, claro, todo el mundo sabe que el poder ha sido siempre enemigo de la educación y del saber en manos del pueblo. Los ha querido para sí y los suyos, la democratización del saber y la educación universal han sido y son para él las más peligrosas acciones subversivas. Se evidencia cómo en este aspecto de la enseñanza el aparato de poder, la administración, los representantes de Educación, traicionan los intereses de sus representados. Buena es la gente para pagar la enseñanza y la investigación, pero luego se utiliza el dinero de todos para educar a las élites ricas, expulsar a los pobres y monopolizar las plusvalías de la investigación para ponerlas al servicio de intereses privados, la mayor parte de ellos venenosos si no letales para la gente. Por eso existe ese empeño en desmantelar la educación pública pero no la burocracia recaudatoria, porque pueden estar seguros que aunque se privatice enteramente la enseñanza no se hará lo mismo con los impuestos y tendremos que seguir pagando entre todos una universidad que se volverá inasequible para la mayoría.
Si sólo por rebelarse contra la paupérrima situación crónica de la enseñanza ya sería necesario hacer huelga, no digamos en la situación actual de necrosis de la universidad provocada por ataques neoliberales que la están colocando al borde de la extinción. Las arbitrarias decisiones de chulescos ministros vendidos a intereses económicos e ideológicos provocan tal indignación que sólo el espíritu cívico contiene la explosión violenta. La huelga se hace inevitable, pero nuestros amigos, la gente, deben saber que la protesta no va contra ellos, al contrario, defendiendo los intereses de los profesores defienden los suyos propios. En esto, en lo de enseñar, aprender y conocer somos aliados.

Actos de tortura a los profesores y cómo la administración pone toda clase de obstáculos a la labor del profesorado:
Las tareas de la universidad, aprender, enseñar, investigar, son dinamitadas a base de planes de estudio, tasas universitarias y complejidad en los trámites de legalización. La reducción de salarios, detraimiento de recursos económicos para la investigación, mayor carga de trabajo, ampliación de los horarios de clases, cada vez más responsabilidad burocrática, son habituales máquinas de tortura para los condenados de la colonia penitenciaria. Pero existen otras torturas más refinadas, por ejemplo: Gustan mucho de hablar de gestión de empresa y efectivamente así conciben su administración, la gestión de la enseñanza se realiza como si fuera una empresa, pero ¿qué empresa, medio sensata, mantiene condiciones laborales y salariales diferentes para trabajos iguales? No estaría buscando la mejor realización de la producción sino la guerra civil, lo que le interesaría sería  la discordia, que los productores se mataran entre ellos, no que se produjera algo ¿Qué empresa naturalmente preocupada por la calidad del trabajo de sus contratados les pregunta por ella a los mismos interesados? Evidentemente no le interesa controlar la calidad de la enseñanza sino agobiar al profesorado con trámites, para confundirlos, aturdirlos; de nuevo a los condenados se les tortura abriendo zanjas para volver a llenarlas. Se supone que una empresa está atenta a la forma de trabajar y a la dedicación de sus trabajadores, dedica tiempo y personal para vigilar cómo realizan la labor sus contratados y está dispuesta a reconocer méritos y ascender en responsabilidades (y en salario) a quién reporta beneficios. Por el contrario la universidad deposita la responsabilidad de hacerse reconocer en los propios contratados, dificultando todo lo que puede los trámites de reconocimiento y estrechando las normativas, lo que filtra no a los más aplicados sino a los más institucionalizados, elevando a burócratas y expulsando a sabios y benefactores. El reconocimiento del mérito no es sancionado por una praxis sino como consecución de un trámite burocrático que simultáneamente se dificulta, se oscurece, se oculta y se cobra injusta y desorbitadamente.
En cualquier empresa decente  la gente asciende con el tiempo y la dedicación de una forma natural, de peón a oficial y luego a maestro, sin demasiadas exigencias de comulgamiento más que en el objetivo principal: obtener beneficios. En la universidad no se valora especialmente  la adscripción a su objetivo: educar, investigar, sino la institucionalización. El que cumple los trámites, el que se llega a enterar de cómo se cumplen, el que ha descendido suficientemente en el pozo de lo mediocre es un sujeto seguro, puede ascender, el no institucionalizado, al margen de su dedicación, sus resultados, sus méritos, es degradado: de profesional de reconocido prestigio a sustituto-interino. Hasta el nombre es vejatorio para la casa del saber -que por lo mismo debería tener otros modales lingüísticos- por su redundancia. Valiente empresa es ésta que  le cuesta reconocer los méritos en vez de fomentarlos. Y quizás la tortura más cruel, la más diabólica, la más cínica, es tratar a los profesores sólo como trabajadores de una vulgar empresa sin tener en cuenta su carácter adictivo. El delito se agrava, el torturador se convierte en genocida, si la vocación, el gusto por enseñar, el placer de aprender, la pasión de saber, la dedicación al conocimiento, motor del bienestar público, por las que el profesor ya está pagado sólo por el placer de llevarlas a cabo, se obvian, y la relación contractual se simplifica en exigir muchas horas por poco salario, la tortura va acompañada de la ofensa más humillante a la dignidad y del sarcasmo más desvergonzado. Encima de cornudo apaleado.
Ahora podríamos abrir una lista para ir llenándola de errores, ofensas, torturas e injusticias. Es evidente que el modelo de enseñanza que mantiene el aparato es indefendible. Se hace urgente rebelarse contra élites que quieren apropiarse de la enseñanza, robando a los legítimos dueños, para hacer uso de ella según sus caprichos e inspirados por la peor de las intenciones. Y si a falta de pan buenas son tortas, a falta de nada mejor, a la huelga, cien, a la huelga, mil, a la huelga, madre, yo me voy también.

¿Cómo llevar a cabo la inevitable huelga?

La huelga se hace contra los enemigos, no contra los amigos. Si hay una huelga de metro y se paraliza el tráfico, la performance está asegurada no cabe duda, pero el quebranto va para la gente que usa el metro, que no son precisamente los enemigos, gerifaltes, y patronos, sino el pueblo llano, las familias, amigos y compadres de los trabajadores del metro. Mala cosa. ¿No sería más interesante poner gratis el metro, a disposición de todo el mundo, el día de la huelga? La gente alabaría la huelga, se solidarizarían más fácilmente por pura simpatía con los trabajadores del metro, nadie querría acabar con la huelga, el fenómeno mediático sería más potente por la novedad. Sólo ventajas.
La descarnada forma de tratar la administración al profesorado se manifiesta en la importancia que aquella le da a la calificación. El aprendizaje, la docencia, lejos del amor indispensable, se centra en el examen, la práctica de desamor pedagógicamente más nefasta, y en su consecuencia la nota, el acta. Pagar, cursar, aprobar, impartir, examinar, calificar, en esto se simplifica las extremadamente complejas y sensibles relaciones entre alumno y profesor. Las calificaciones sólo importan a la administración. En los curriculum exitosos para multitud de trabajos ni se tienen en cuenta. La administración necesita las notas para justificarse, para controlar la calidad. Paradójicamente, al ser de buen ver más el suspenso que el aprobado, ya que se impone una dificultad artificial que suplanta la sencillez natural y así se da importancia, al considerar la calidad sólo un dato aritmético de medias, suele salirle siempre como resultado el fracaso escolar, de lo que se lamenta y se enroca responsabilizando hipócritamente al propio profesorado. Las notas justifican a la administración frente a los administrados y por tanto es el único factor que considera para toda decisión. Medias calificatorias mínimas, emitidas por la propia administración, le son exigidas a la gente para ingresos, becas, contrataciones, etc. La gente necesita las calificaciones, sin ellas el aparato le cierra todas las puertas, y la gente son nuestros amigos. Si desarrollamos la huelga negándonos a calificar, los únicos damnificados serán los alumnos, que tienen que pasar por las horcas de los exámenes para conseguir calificaciones que le permitan solicitar becas, por ejemplo, sin las cuales sencillamente no pueden estudiar. Y la administración, nuestros enemigos, no sufrirá casi nada, allá ellos, si no tienen notas no hay futuro, ellos verán, y el público, con razones sobradas y muy humanas, se pondrá en contra del profesorado. En ese momento aflorarán las calumnias, los montajes de opinión incitados por la administración y la gente odiará a los profesores aunque comprenda la situación. Mala política. ¿Y si en vez de no examinar o no rellenar las actas, damos a todos aprobado general? Todos aprobados, con nota mínima de 6.5, como exige el ministro, curillón y elitista. Los alumnos nos adoraran, y todos serán felices, los padres verán contentos a sus hijos y la opinión pública sobre el profesorado ganará muchos puntos. Y como en el metro, aunque sólo sea por la novedad, la performance huelguista tendrá una mayor repercusión mediática, seguro. Además de camino se tambalea la seriedad de la universidad, los sesudos y togados gaznápiros que a base de dar suspensos se han ganado un lugar en la historia del desencanto, la presunción de objetividad y justicia de los exámenes, la ingenua y criminal creencia de que es posible establecer algún ranking para evaluar el conocimiento. Los ojos de la opinión pública se volverán a los administradores a pedirles cuentas, porque estarán informados, la simpatía hará que seamos más escuchados y el público tendrá la información necesaria para decidirse a despedir a estos administradores traidores y vende-casas de una vez.

¿Cómo conseguir que la huelga sea indefinida?

La historia enseña que la eficacia de una huelga es directamente proporcional a su duración. Pero nuestra huelga no consiste en no dar clases ni en parar las investigaciones. Sería imposible sin un previo tratamiento de desintoxicación. Y por qué íbamos a dejar de educar, qué delito ha cometido el público con nosotros para abandonar nuestro placentero deber para con sus hijos y por tanto con el futuro, y qué pasaría con los investigadores, cómo podrían parar las neuronas, contra quién sino contra sí mismos sería tal huelga. Una huelga así sería un suicidio masoquista. Pero debemos encontrar una forma de expresar nuestra insumisión que sea sostenible. La huelga indefinida se debe hacer contra el modelo existente que permite la traición y engaña a las masas. Hemos hecho tambalear los viejos ilustrísimos valores regalando asignaturas, el ministro no va a poder encontrar escusas para ahorrarse las becas y el alumnado y sus padres están con nosotros, ¡qué magnífica ocasión para cambiar radicalmente el modelo! Enseñanza basada en la acción, el intercambio y el respeto, no en el inventario de contenidos obsoletos y el examen. Si de contenidos se va a tratar estos deben ser aquellos que le son vitales a la gente para la realidad cotidiana. Se puede uno imaginar en arquitectura, por ejemplo, lo que hay que hacer y decir que no se ha hecho y que se ha asumido sobre la urbanística, que ha convertido nuestras ciudades en mercados inhabitables, o sobre qué arquitectura se haya aprendido en los tres millones de pisos vacios con que nos encontramos en este momento, o de por qué alguno se ha hipotecado en una trampa de por vida para conseguir una vivienda digna y encima vive en la calle porque el banco le ha desahuciado, y podemos seguir en otras disciplinas como la medicina y el aparato sanitario y su relación con el enfermo, las leyes y la economía con su entreguismo ciego a la lógica de los mercados, o las ingenierías sin más salida que la industria armamentística, etc. para qué seguir, ya se sabe lo mucho que hay que hacer en la universidad en cuanto a contenidos. Debemos instaurar una enseñanza basada en la afición y el placer, el estímulo y la práctica, no en los apuntes y el aprobado. En cuanto a organización de la universidad ya va siendo urgente desmantelar el sistema departamental, infectado de privilegios, endogamia y reacción, y basar la enseñanza en dos principios operativos: la libertad de cátedra y la libertad de elección curricular. Ofertas docentes anualmente renovadas que integren diversas asignaturas libremente organizadas y diseñadas y libremente elegidas por el alumnado. Dar la oportunidad verdadera a la integración de conocimientos dejando libertad de pensamiento para que sea el alumno el que naturalmente integre. Liberar a la universidad de las ataduras y compromisos con las empresas privadas y ponerla de verdad al servicio de la gente. Por no hablar de la reivindicación que debe ser continua y repetida sobre la mayor dotación de recursos y mejores condiciones salariales y laborales.
Creo que hay muchas cosas que cambiar y muchas por hacer para dudar que la huelga debe ser activa e indefinida.


Sevilla septiembre 2013

miércoles, 25 de septiembre de 2013


Esferas-23

El teatro necesita un solar

En un sentido llano todo edificio es una intervención o modificación en-de el espacio. El espacio antes de ser transformado ya está disponible, el proceso de modificar el espacio es una operación de reciclado, el espacio es un material ready-made. El espacio,  que está allí previamente, antes de la transformación debe pasar por un estado de espacio-vacío. La acción de vaciar un espacio se desarrolla en dos fases: reconocimiento (diagnóstico) de las significaciones de las que es portador y eliminación (desnudamiento) de algunos o todos sus significados.
Llamamos solar al resultado de vaciar un espacio. Para ser edificado el edificio se necesita un solar, para que el edificio sea proyectado libre y consecuentemente el solar ha de estar vacio de significaciones, cualquier remanente de significación incidirá poderosamente en las decisiones de proyecto. El proyecto consistirá en la sustitución de los antiguos significados por otros nuevos, convenientes a alguna dramaturgia predeterminada (programa).
En el momento en que el espacio se convierte en solar todos los ojos se ponen en él como objeto de codicia, como disponibilidad para múltiples intereses, algunas veces contradictorios. Es en el estado de solar (vacío) cuando el espacio tiene más papel en el guión, en ese momento se convierte en el protagonista de la acción. Las decisiones que se tomen sobre el solar condicionan el futuro a menos que se consideren seriamente como provisionales.
Para edificar un teatro hay que disponer de un solar. El proceso de generación de ese espacio vacío es de la máxima importancia. Es necesaria una argumentación verificada y participada que justifique las decisiones y garantice la minimización de los daños colaterales en el futuro.
¿Quién negará que la producción de un espacio vacío sea un acto artístico? La teoría y la praxis de la generación de solares, o sea el proceso de fabricación de espacios vacíos, llamado antiguamente en algunos círculos urbanismo, queda por tanto enmarcado en el enigmático y sospechoso mundo del arte.
Con su cara más cínica el arte se apresta a colaborar en la caza de los millones y acepta gustoso el papel de porta-algodones para las cagadas vanidosas de los poderosos.

martes, 24 de septiembre de 2013


Esferas-22

El teatro es un edificio público

Nos apropiamos de las cosas desnudándolas de significados. Para mí, mis cosas no significan nada, o sus significados están suficiente y convenientemente ensordecidos. Un edificio público –del público- es casi siempre un objeto exclusivamente con valor de uso. Sus mensajes, nuestros mensajes, pueden ser obviados por nosotros mismos. ¿Me interesan a mí mis mensajes? Sólo con alguna desesperada teoría introspectiva puede uno interesarse por ellos, si es que acaso puedan ser percibidos como tales mensajes. Son las cosas de los otros las que pueden convertirse en vehículos de mensajería. Más allá de la diferenciación entre valor de uso o valor de cambio está el principio de propiedad del objeto. La íntima conciencia de la propiedad, el conocimiento verídico de a quién pertenece puede, si es conveniente, convertirse en fundamento para la comunicación, para que el objeto sea percibido y reconocido por mí, para bien o para mal, o sea para su existencia como ente cultural. Mis cosas, mis propiedades, sólo se hacen merecedoras de significación para mí cuando la propiedad se colectiviza. Si no son mis cosas sino nuestras cosas, puede existir alguna posibilidad de que esas cosas se conviertan en iconos con significación interesante (o terrorífica) para uno mismo.
En una sociedad no dañada, sin necesidad de terapias introspectivas, los edificios públicos (de propiedad pública y de uso público efectivo) se convierten en insignificantes, como mi nevera, mi sartén o mi taza de café. Sólo a través de experiencias de duelo y ausencia pueden llegar a convertirse en soportes de la memoria.
Faltan por definir los conceptos de propiedad pública y sociedad no dañada. Quizás sólo sean fantasmas de ciencia ficción.


domingo, 22 de septiembre de 2013


Esferas-21

Supongamos que hay una buena razón para construir un teatro -un edificio teatral- y se le encarga al arquitecto que diseñe el proyecto –el plan- para tal fin. El arquitecto usa dos palabras, dos conceptos: arquitectura y edificio, de ambos desconoce de antemano el significado. El primero porque no es el efecto sino la causa, y el segundo porque, para él, edificio es proyecto y este es un concepto polisémico, ambiguo, tanto puede ser el plan para una montaña como para un cráter, una metáfora o  una ecuación. Aunque ignore los significados puede ubicar las palabras relacionándolas entre sí: arquitectura es una cualidad del edificio; arquitectura es el indicador del cómo  - el plan – del edificio. En ambas oraciones aparece arquitectura como sujeto y edificio asume un papel complementario. Por tanto, la primera pregunta es por la protagonista de la acción:

¿Cuál es la arquitectura de un edificio teatral?

La arquitectura dominante es la arquitectura de los dominantes. El dominante se individualiza, brilla corporeizándose en un ente material, óptico, acústico, político. El que domina es él, es diferente, su arquitectura también. El objeto icónico, el monumento, el cartel publicitario, es su edificio. La intensidad del  brillo diferenciador es inversamente proporcional a la distancia al centro en términos de dominancia. A menos dominio menos individualización, menos él, más borroso, más empastado en la masa anónima, más desconocido, más enigmático. El interés placentero y subversivo por los enigmas es reprimido con una convención: un modelo virtual (super-estructural) de cómo-se-es o simplemente de-cómo-se-tiene-que-ser, un programa estándar de necesidades inventariadas con la aleatoriedad que proporciona la búsqueda de intereses particulares, histórica y políticamente determinados. 
Esa construcción fantasmal se representa con edificios de arquitectura no diferenciada, estándar, tendente a la uniformidad, convencional. El entrelazamiento de la esfera de dominio con la esfera de la arquitectura se ilustra con un campo radiante de fuerzas, con un gradiente cuya intensidad recorre la escala desde lo singular a lo convencional a la vez que desde el dominio a los dominados. El campo semántico entre singularidad y convención es proporcional al que existe entre invención y copia, o entre ingenio y bobería.

No obstante, el arquitecto, como el niño pobre, se entretiene con los pocos juguetes que le van quedando

Es obvio que el edificio teatral (de nueva planta) tendrá una arquitectura, o será el producto de una arquitectura para-de dominados –en el mundo teatral la arquitectura de dominantes se encarga exclusivamente de tareas de reparación y mantenimiento- por tanto será una arquitectura convencional. Pero ese mundo está poblado de una fauna nada boba que se dedica a labores terapéuticas para los dominados, siquiera algunos, siquiera secretamente, pero todos saben que el teatro es ficción, es una fantasía, nada es como parece, y para producir esa magia de apariencia los magos manipulan máquinas teatrales. En nuestros teatros de toda la vida la madre de las máquinas es el escenario, él es el artilugio simulador por excelencia, capaz de simular lo in-simulable, por ejemplo, la convención. Por tanto, la arquitectura de un edificio teatral es la arquitectura de los escenarios. Miremos el escenario atentamente y veremos surgir la arquitectura de un edificio teatral. 

El escenario nos indicará cómo hay que proyectar un teatro

jueves, 19 de septiembre de 2013




Esferas-20


Pensemos el edificio teatral como una máquina cínica para simulacros de metodología quínica (kyon: perro). Cínica porque no podría existir si no, el edificio no sería permitido, debe ser burgués e ilustrado, es su destino, debe aparentar inocencia, como si fuera un juego, sólo para distraer. No se olvide que en culturas de muerte lo que se busca es distracción. Se ha construido un edificio, dentro de las normas, y tranquilizadoramente para la función de distraer a la gente. Así se presenta el teatro en la ciudad, con ese camuflaje. Pero sabemos que si se acataran todas las normas habría que cerrarlo por aburrimiento. Así que debe estar dispuesto para lo sarcástico, lo desvergonzado, para la risa despreciativa de los perros, aunque sea en un nivel simulado. Sólo con esa actitud escatológica es posible, aunque sea aparentemente, iniciar la búsqueda del Yo interior. Sin tragedias, sin melodramas, sin héroes.
Desde la seguridad de la sala apagada, desde la soledad interior de cada uno, probemos a subir la luz de sala, poco a poco, imperceptiblemente, sin sobresaltos, así cada uno irá viendo que tiene vecinos, que esperan como él, que están a su lado, en su misma actitud, con sus mismos deseos y contaminaciones. Primero estoy Yo a solas, irreconocible y a oscuras, a salvo, y acto seguido están los Otros, sorpresivamente descubro que siempre estuvieron allí. ¿Facilitaría esa clase de experimentos el proceso de autorreconocimiento? ¿Sería una máquina terapéutica eficaz? ¿Cómo debe mostrarse el interior de la esfera teatral cuando se enciende la luz? ¿Cómo hacer que surja el sarcasmo salvador? ¿Produciría una irresistible carcajada percatarse de la existencia de los otros? ¿Bastaría eso sólo como terapia quínica? En caso contrario, ¿qué nos está faltando?

Un poco de ontología parda


Llega un momento extraño, tardío, en el que se siente la llamada del Yo, la necesidad de conocer y ser uno mismo. Pero la mismidad parece situarse en el fondo oscuro y desconocido de un profundo pozo. Cuanto más se sumerge uno en búsqueda de lo mismo más lejos se sitúa y más solo se encuentra, soledad a la que parece obligar la búsqueda de la mismidad casi por definición. Y es esa soledad precisamente el motor de alejamiento del reconocimiento del Yo. Porque no puede existir el Yo sin los Otros, se comprueba a diario, y son los Otros la materia prima del Yo, se descubre a cada momento. ¿Cómo puede encontrarse la mismidad donde no está? Paradójicamente tengo que alejarme en cierto modo de los Otros para descubrir mi Yo, y cuánto más alejado estoy más difuso o borroso aparece el horizonte buscado. El Yo debo buscarlo sin los Otros, y sin los Otros no puede existir el Yo. Resultado: la esquizofrenia de lo mismo. El Yo, bajo la tensión de la paradoja, se escinde dolorosamente en un Yo a-solas y en un Yo con-de los Otros. La entidad bifronte, nace y crece imponiéndose como un tercero, un Yo forastero y monstruoso que violentamente intenta suplantar (se percibe por las tensiones dolorosas) a un Yo todavía desconocido. La inmersión en el piélago negro a la búsqueda del Yo mismo produce dos síntomas patológicos: la soledad y la superchería, o mejor dicho, el autoaislamiento melancólico y el autoengaño, la conciencia falsa. Sólo una violenta reacción sarcástica, una carcajada desvergonzada, un ponerse el mundo por montera, puede suavizar la insoportable enfermedad de no saber quién es uno mismo, mitigar el miedo que produce sentir dentro la presencia de un peligroso enemigo. El mundo sigue, la vida continúa, la gente se acostumbra, se resigna, aguanta, se contamina, colabora en su propia destrucción inevitablemente. Puede que el instinto Thanatos exista en el individuo, pero es una construcción artificial, forzada por la violencia de no tener alternativa alguna salvo esa jugada autodestructiva. Sin embargo el aguante no disipa el dolor, el desconocimiento persiste, la necesidad no se satisface, la búsqueda debe continuar.

martes, 10 de septiembre de 2013



Esferas-19


El edificio teatral sería una máquina salutífera, una ortopedia terapéutica, al modo de esas cabinas individuales dispuestas para encerrarse en ellas y desahogarse pegando gritos, un huevo para la salud mental, para la relajación de la tensión esquizoide que impone el aparato. Como la cabina, exigiría aislamiento y libertad. Tras penetrar en el huevo la puerta se cierra y ya nadie puede salir ni entrar, el óvulo queda cerrado, acondicionado y aislado, ahora sólo sería cuestión de garantizar la libertad, para eso debería verse libre de censura, de moral, de filosofía, de arquitectura, de prejuicios, de prepotencia. Cualquiera puede ver que la dificultad estriba en asegurar que el espacio teatral sea un terreno de aventura exento de la influencia del poder exterior hegemónico, ¿es eso posible? Y si lo fuera ¿sería soportable? Si se sobreviviera al shock terapéutico ¿qué ocurriría acto seguido? ¿Podría volverse sin más, después de la experiencia, a la depresión de la solitaria cotidianidad?

domingo, 8 de septiembre de 2013



Esferas-18

El teatro es un huevo

Alegoría de un teatro: Multitud de gente que entra en un huevo saliendo de un medio fluido

El placer de volver al huevo del que venimos
(Peter Sloterdijk. Esferas I. Pág. 301)

El edificio teatral es un huevo. Todo huevo tiene un ovario. El edificio es una oscura oquedad ovular dentro de una cobertura ovaria, ésta tiene al menos dos capas: la interna en contacto con el hueco-ovular y la externa en contacto con la macroesfera urbana. La interna es técnica, la externa es simbólica.


sábado, 7 de septiembre de 2013



Esferas-17


El globo terapéutico es el seno materno, la vulva su entrada. Se entra por la vagina a mi-amado-buen-fondo, la terapia comienza con una penetración: la entrada al teatro. La ceremonia es la intimidad. La terapia consiste en una conexión mágica con el estar-dentro-de-mamá e imaginativamente con tener-dentro-al-bebé. Poseer y ser poseído es la intención del público y la responsabilidad de los actuantes. Para ese Hieros-Gamos fabricamos un teatro. El teatro (como lugar) antes que un edificio es una determinada configuración cambiante de objetos y estímulos. La configuración se materializa ubicua y aleatoriamente. El material base con el que está modelada es llamado espacio vacío. Este se produce en un proceso de desnudamiento de significaciones de espacios previos (espacios ready-made). Si la configuración, que es virtual (dramática) se materializa en un edificio, para que esto tenga lugar, el edificio debe poder ser objeto de desnudamientos. Si hubiera sido conformado a partir de un conjunto determinado de significaciones, éstas deben poder hacerse desaparecer para ser sustituidas por las pertinentes a la historia que ahora se quiere contar. El espacio de un teatro pasa de espacio exaltado (lugar) lleno de sentido, excitante y sentimental, a ser desnudado para presentarlo como espacio-vacío (vacío de significaciones) y nuevamente re-formado para nuevas excitaciones, en un proceso continuo, metamórfico, flexible, ágil y lleno de naturalidad, o sea, necesario.


Esferas-16

¿Qué diferencia existe entre el Panóptico y la Gallina ciega?
Panóptico es una cárcel esférica. Una casa del dolor. El tocamiento (la mirada) es inevitable, el centro ejerce un poder imperial-dictatorial sobre la periferia sin esperanza alguna de remisión. En la Gallina ciega el tocamiento es evitable, la transmisión se efectúa por proximidad, el reconocimiento es posible y el centro es ocupado y desocupado alternativamente. Es un juego o una ceremonia festivo-erótica. El eros de la Gallina es bipolar y alegre, el del Panóptico es una triste violación sancionada por el poder. En la Gallina el centro es ciego, el reconocimiento se efectúa por el tacto y el olfato. En el Panóptico la periferia está obligada a llevar orejeras, la visión del prisionero está limitada a mirar-enfrente a un centro enmascarado. Sólo el centro ve, mira y sabe.
El Panóptico es la alegoría del teatro imperial, de la escena que representa el poder del emperador, del Gran Hermano,  de la televisión, del cine y de la mayoría de nuestro teatro oficial que vemos todos los días.
La Gallina ciega, como vimos, es la alegoría de un soñado (y por eso optimista) teatro redondo.


Esferas-15

Se puede discutir la necesidad o la oportunidad de construir un edificio para representar teatro, pero si existiera un edificio-teatro, éste debería ser capaz de posibilitar, transformándose, que el espectáculo cree en torno a sí el espacio por-el-que-y-en-el-que-existe.

El edificio teatral además tiene que estar dispuesto para la ocasión que se necesite invisible


Esferas-14

Toda esfera tiene un centro

Siempre que se fabrica una esfera es para que alguien pueda decir: “yo soy el centro”, por eso al manipular esferas se corre el riesgo de atragantarse con el hueso duro del centro. La historia ha reservado un negro destino para todo aquel que se haya atrevido a modificar la curvatura de las esferas.
Magallanes confirmó la curvatura constante del globo enterrando para siempre las supersticiones de la planitud y demostró que el dinero podía circunnavegar la tierra. Murió por ello en una mala playa, quizás devorado por caníbales. Bramante, obsesionado por el signo, ilusamente, propuso la esfera que Miguel Ángel construyó para encontrarse en seguida con la venganza material de su monolitismo, su debilidad crónica en riñones, su eterno vértigo sobre el abismo del colapso. Copérnico invirtió el mundo y fue condenado al silencio y al miedo. No se atrevió a publicar su obra en vida, que fue finalmente publicada por su discípulo tras su  muerte. Galileo observó con esperanza la danza de los planetas y fue condenado por la sinrazón y los prejuicios. Rodó la cabeza del rebelde que se atrevió a destruir la vieja esfera cristiano-aristocrática. Fueron fusilados miserablemente, contra tapias insípidas, aquellos que aspiraban a una nueva esfera de solidaridad…
Parece que manipular esferas es un juego peligroso.




viernes, 6 de septiembre de 2013




Esferas-13

Teatro optimista

Alegoría: el teatro es un recipiente cerrado lleno de espuma.
El arquitecto proyectará las paredes del recipiente con un material cuyo grado de rigidez sea suficientemente alto, capaz para resistir un nivel máximo de presión interpersonal, y con la carga de rotura por debajo de un valor tal que puedan desintegrarse por la presión de un campo de fuerzas no demasiado agotador. La desintegración más que el producto de una explosión es la consecuencia de un proceso de radiación-evaporación. El material empleado para las paredes del recipiente debe tener la cualidad de destilar un éter simbólico, un aroma de fuerza interior (de intimismo), de acontecimiento liberador, de  sentimiento, de risa. Esos efluvios significantes serán percibidos desde el exterior por un público damnificado, desinteresado, pero permeable a las seducciones. Las fachadas son escenarios.
Si así se hace, a lo largo del tiempo, el recipiente irá adquiriendo relevancia y venerabilidad, y finalmente se convertirá en un icono emancipatorio en el seno de la ciudad.


jueves, 5 de septiembre de 2013



Esferas-12

El teatro esférico y el problema de la embocadura

El acto teatral entendido como performance optimista, cosa que ocurre aquí y ahora para consuelo de indigentes, tiene tantas dificultades sistémicas para el estremecimiento sentimental que debe procurarse que sea global y globalizado en su propio mundo de ilusión. Cualquier intromisión (visible, acústica u olfativa) de la realidad cotidiana en ese mundo redondo de ficción, distrae la falsa realidad de la construcción dramática y espabila el sopor narcótico identificatorio o mimético. Por eso, o el espacio escénico es una esfera rodeante, totalitaria y sin límites, o, como ocurre en el teatro a la italiana, debemos enfrentarnos a la necesidad de difuminar los límites, la embocadura, para evitar toda interacción presente indeseable. Evitar las intrusiones distorsionantes y emborronar los límites ha llevado a los extravagantes, insólitos y borrosos diseños de embocaduras de nuestros teatros. En otros momentos se resolvía la distorsión diseñando sala y espacio escénico de forma estilísticamente similar, manteniendo incluso la misma iluminación, integrando el vacío teatral en un espacio único. Desde que la sala se apaga y se distingue el espacio escénico activo del espacio inactivo del público, el problema del diseño de la frontera no tiene solución. El día a día va pasando y la costumbre encalla la sensibilidad y aumenta la capacidad de soportar molestias e interrupciones sin perder el hilo de la ilusión. Demasiada ingenuidad se le exige a veces a un público desintegrado e indefenso como el actual.
A la pregunta qué es un teatro respondía Svoboda: “un espacio que espera curioso” y también decía “contra lo primero que hay que luchar es contra la sala”, o sea que el edificio teatral, a pesar de su expectativa, no garantiza nada porque la sala, mal necesario, es siempre un enemigo. Y la guerra se desarrolla en la frontera, en la embocadura, sin esperanza de solución, aceptando el espectáculo con resignada convención.
Si el teatro se quiere como acción terapéutica será necesario ir más allá de los simulacros y los convenios inocentes. La acción taumatúrgica debe ser real en el seno de una irrealidad radiante, rodeante, esférica, sin embocaduras.






Esferas-11

Aldo Rossi. teatrino scientifico / 1978

Un reloj en la embocadura


La existencia de un reloj (funcionando) presente para los espectadores todo el tiempo de la representación condena al teatro a los rigores extremos del ser-ahora-mismo. Llevando a un plano de realismo tan extremado al tiempo lo expulsa de la ficción. Toda construcción imaginaria transcurrirá, a partir de ahora, en el tiempo real sin posibilidad de trascender simbólicamente a una amplitud narrativa de tiempo. No hay alternativas, o la historia transcurre ahora o la visión del reloj no dejará de recordarnos, vívidamente, que el ahora está transcurriendo y que los antes y después del drama son sólo patéticas y efímeras pompas de jabón.

miércoles, 4 de septiembre de 2013




Esferas-10

La gallina ciega

Alegoría para un teatro redondo

Volvamos a mirar el cuadro de don Francisco de Goya y Lucientes, “la gallina ciega” que nos señala el filósofo con ocasión de hablar de esferas, y círculos.
El Museo del Prado, con su acostumbrado laconismo a-crítico describe así el cuadro:
Un grupo de nueve figuras, varias vestidas con el atuendo popular de los majos y majas, así como una dama y un caballero vestidos con elegancia, a la francesa,  juegan a la “gallina ciega”, según la denominación más moderna de este entretenimiento, que originalmente se conocía como "juego del cucharón". En el centro del corro, uno de los jóvenes, con los ojos vendados, intenta alcanzar a sus compañeros con este utensilio. En el cartón, Goya decidió ocultar, cuando ya estaba pintada, la figura de la joven que aparecía en el boceto, escondida tras la dama del elegante sombrero, aunque aún se transparenta su rostro, del que se aprecian bien los ojos y el cabello. El fondo de paisaje recrea las orillas del río Manzanares a su paso por Madrid y las lejanías reconocibles de la sierra de Guadarrama.
Como en casi toda la pintura tradicional lo más obvio es el núcleo fundamental de las interpretaciones. Lo evidente da la clave y a la vez oculta el entendimiento, y lo primero que percibimos como innegable, adelantándose a cualquier otra primera-impresión, es la redondez de la configuración: El círculo. Un conjunto de personajes que forman un círculo. El juego de la gallina ciega. Como el maestro nos muestra en el boceto el círculo no es inflexible, puede aceptar exterioridades. Hay un personaje “fuera” del círculo, sin embargo se mantiene en la órbita del sistema y también forma parte de la forma redonda. Ese personaje que aparece fuera del círculo en el boceto y luego desaparece en el cuadro definitivo, aunque sea sólo un frío observador, no podrá por menos que sentirse atraído por la gravedad del globo. El centro no está vacío, lo ocupa un personaje con los ojos vendados que con un cucharón intenta conectar (tocar) a alguno del redondel. Ese personaje central representa una semoviente y ciega radiación centrífuga desde el centro hacia la periferia, donde sus ocupantes responden al mensaje (tocamiento) con una evitación, sin que eso les lleve, en ningún momento, a romper el círculo. El juego es ambiguo, el tocador es ciego y no lo es, los del redondel evitan y buscan el tocamiento. En algún momento, dadas las circunstancias, alguno o alguna se dejará tocar, porque el juego incluye una radiación recíproca o de rebote entre centro y periferia. Todos juegan a tocar y a ser o no  tocados. Si el tocador, después de haber tocado reconoce, el tocado debe abandonar la periferia y ocupar el centro. Aquel que no se dejaba (o sí) tocar después de ser tocado y reconocido debe ser ahora el tocador. En un juego de correspondencias participativas el centro es renovado continuamente con nodos de la periferia. De radiado se pasa a radiador en una continua travesura de cambios emisor-receptor. El desarrollo del juego depende de los deseos del centro y la periferia, la coincidencia o no de deseos entre el tocador y los tocados produce una compleja y variada colección de situaciones posibles. Los deseos de unos y otros pueden ser evidentes, prohibidos, supuestos, secretos, contradictorios, peligrosos, etc.. Todas las combinaciones forman parte del juego. El círculo y sus expectativas sociales incitan a participar en el juego. El juego se convierte en una alegoría (optimista) del teatro: la actuación se encarga del tocamiento y el público adopta la evitación y el reconocimiento en la medida de su intención participativa. Poder tocar o no, acertar con el reconocimiento o no ser capaz, o no atreverse a reconocer al público, querer ser reconocido, tener miedo al reconocimiento, o adoptar una postura fría y distanciada por parte del público, conseguir o no radiar reconocimientos y querer participar o no en el juego, son las posibilidades de una clase de teatro que se representa alegóricamente como el juego de la gallina ciega.



martes, 3 de septiembre de 2013



Esferas-9

Descripción optimista de un acto teatral

Alegoría: el teatro es un recipiente cerrado lleno de espuma.

La espuma está constituida por multitud de burbujas individuales cuya tensión interior hace que se aprieten unas contra otras en equilibrio inestable. La espuma está contenida y constreñida por las paredes del recipiente que recibe la presión de todo el burbujeo. En un instante dado y en un punto determinado (o en varios a la vez) se produce una sobre-presión, quizás un ínfimo pero efectivo aumento de la tensión. Se inicia una mini-explosión, una radiación centrífuga, un campo vectorial de fuerzas que hacen estallar las burbujas vecinas liberando su tensión interna, ésta se añade al gradiente del campo aumentando progresivamente su intensidad en una reacción en cadena que termina por afectar a todo el conjunto, desintegrando las micro-burbujas y uniéndolas en una super-pompa. La explosión interna presiona las paredes del recipiente no previstas para tal solicitación y todo el recipiente con su contenido estalla en pedazos, difundiendo por el espacio exterior un intenso campo radiante de fuerzas, hasta encontrar otro recipiente, que como el primero, está a su vez lleno de espuma inmersa en un proceso similar. La sobrepresión exterior se alía con la interior para continuar y acelerar el ritmo de todo el proceso general de desintegración de recipientes cerrados llenos de espuma.
O sea, el acto teatral optimista es una bomba. Queda por saber cómo se enciende la mecha.


Descripción pesimista de un acto teatral

Alegoría: el teatro es un recipiente cerrado lleno de espuma.

A diferencia del recipiente optimista cuyas paredes eran de material rígido, indeformable, ahora se trata de un recipiente cerrado pero con paredes blandas, elásticas. Las burbujas interiores no encuentran resistencia en sus vecinas, no existen restricciones de contorno, todas las tensiones son disipadas por el continente que es capaz de dilatarse o contraerse para equilibrar las fuerzas. Aunque se inicien micro-explosiones inducidas, los campos vectoriales son amortiguados por la elasticidad del sistema. Las burbujas individuales no tienen oportunidad de cambiar su naturaleza, la presión no se acumula porque las paredes elásticas se encargan de anularla. Se pueden producir movimientos espasmódicos (sístole y diástole), pero la presión originada es demasiado débil para proyectarse al exterior. Las burbujas son agitadas en el interior del globo, pero no llegan a la transformación, el continente blando nunca estalla. El espectáculo no consigue más que leves estremecimientos, como ocurre a diario en nuestros maleables y pesimistas teatros.

lunes, 2 de septiembre de 2013



Esferas-8

La esfera abierta

Roma construye dos esferas: El Coliseo y la Rotonda de Adriano.
El Coliseo es una esfera cerrada, es la esfera de la muerte, en ella se escenifica exultantemente la conciencia contingente, un espectáculo donde la vida depende de la casualidad. La recompensa para el público es sentirse vivo, al menos por ahora. En el circo se encuentra el monumento a la Victoria que preside el drama de la muerte, aquí se evidencia la violencia como el combustible básico de la historia, pero no es ninguna máquina metafórica, es un consolador para las masas que proporciona el placer de constatar que uno todavía está vivo. Su cerrazón es distinta al cerrado templo oscuro, vivienda del dios y de camino caja de caudales o a las recónditas y cerradas tumbas penetrar en las cuales  es un crimen penado con la muerte.
La Rotonda es una esfera abierta, es un espacio liberado y terapéuticamente liberador. Al construir la esfera se supera el dios local y surge una dimensión superior, una especie de meta-dios, el dios único, que con la naturalidad que proporciona la costumbre es representado de forma idónea por la esfera, símbolo del Todo y de lo Único, icono de la Perfección, la cual además, por economía asociativa, es ideal para representar el poder imperial. La esfera simboliza una idea de poder sintética, tiene dos centros: dios y emperador. Más de cerca ese sistema binario se descubre como único y representa, sin más, el principio de autoridad o inversamente el principio de servidumbre.
Pero ¿qué extraña megalomanía auto-culpable y paranoica lleva a Adriano a abrir la esfera? ¿Su alma de poeta quería ir más allá, secretamente, del rígido sistema conseguido de poder-sumisión y anhelaba una ascensión trascendente o una bajada de los cielos de alguna oportunidad salvadora?
El templo a los dioses del destino (los planetas que dirigen la vida de los hombres) está vacío. La Rotonda es una esfera de poder con subsistencia milenaria pero no encierra un clima, su clima interior es el clima exterior. Sin embargo, la apertura proporciona a la esfera la cualidad de máquina del tiempo: el óculo (la rendija de luz) evidencia el paso del tiempo y sirve para medirlo. Adriano aprovecha la oportunidad oficial de representar el sistema de dominio, para satisfacer su deseo de un reloj, y de paso recordarnos con el frio, el calor y la lluvia, nuestra contingencia. En Roma se construyen dos esferas, una que nos engaña porque parece cobijar y no cobija y otra donde se teatraliza a diario la suerte de estar vivo.
Esferas abiertas, círculos de piedra abiertos al cielo, el enigmático Tholos ¿tenía techo?, esferas polifémicas, máquinas del tiempo, esferógrafos para consignar los cambios, ábacos de las metamorfosis, instrumentos esféricos para evidenciar el movimiento celeste, ortopedias políticas para asegurar el proceso de identificación con el grupo (o super-grupo) a base de salir-de-nosotros-mismos.
La esfera abierta desintegra la micro-esfera individual y arma el tinglado de la macro-esfera política. El agujero en la esfera permite salir (trascender) lo individual hacia las alturas y entrar el flujo viscoso del poder imperial disfrazado de inmanencia. La luz divina se introduce en la esfera en forma de rayo espiritual o fluido transformador de las almas individuales que, de rebote, pueden ascender a un más allá necesario y trascendente. Ese elevarse en la luz produce la enajenación de la conciencia necesaria para convertir al depredador individual en un ser sumiso, indiferenciable y encuadrado bajo el poder omnímodo del emperador, nosotros, los esclavos, los don-nadie, carne picada para los banquetes de los señores.
La esfera cerrada es un cofre de misterios, lo enigmático e incomprensible sostiene el poder del faraón, la sujeción queda legitimada por el secreto. La esfera abierta produce en las masas un electroshock terapéutico, previo y necesario para las lobotomías que se necesitan para la seguridad del poder.
La Rotonda es incluso el símbolo más perfecto que un poeta neoplatónico puede inventar para representar la concepción contradictoria del mundo. Los dos modelos el teocéntrico y el geocéntrico quedan admirablemente integrados en un solo gesto poético. ¿Quién era el poeta? ¿Adriano o quizás Apolodoro de Damasco, el arquitecto? Probablemente este último, arquitecto dispuesto a sufrir el castigo merecido por los arquitectos, negro destino implacable para el bardo que prostituye su arte poniéndolo al servicio del amo. Quizás por eso fue ejecutado, se dice, por el orgullo de aquel celoso emperador.




Esferas-7

Créeme, feliz era el tiempo anterior a los arquitectos
(L. Anneo Séneca. Epístolas morales 90)

Las esferas son místicas, imaginarias, históricas, en revolución, jóvenes en la flor de la vida o añejas medio podridas, semiesferas, fibradas, hechas de olores (aromas, hedores), de palabras, de caminos, ríos y montañas, de piedra, acero y cristal, de deseos (satisfechos o no) de manías, enfermedades, fobias y neurosis, de amor o de odio. La geometría esférica siempre está presente, su esencia es bipolar, bi-paramétrica. La idea-forma esfera tiene un centro y una periferia (o un centro y un radio). El centro puede ser monopolizado, invadido, usurpado de forma transitoria o perennemente, puede descomponerse en multitud de centros cada uno con una esfera casi concéntrica a las demás. A veces los centros están en equilibrio, en órbitas estables, otras se canibalizan y algún centro puede fagocitar a otros o a todos. Las periferias y los centros se determinan históricamente por las posiciones de cada cual. Se dice: estoy en el centro, estoy centrado, tú estás conmigo en la periferia, hoy estarás conmigo en el centro (paraíso). La posición es denotada por una ideología de clase. En toda esfera y en todo momento el centro está en pugna (en tensión) con la periferia y viceversa. El equilibrio del sistema es inestable. Para conformar una esfera es necesario consumir energía en procesos insostenibles, por eso se transforma incesantemente y a veces se desintegra colapsando sobre sí misma, o salta por los aires en explosiones demoledoras, o simplemente desaparece consumida por la muerte y la descomposición. El tiempo es enemigo (y fabricante) de esferas.
La arquitectura construye esferas tangibles, visibles, táctiles, materiales. La literatura (sobre todo la retórica) fabrica esferas consistentes que se entrelazan con las materiales. La retórica y la arquitectura se relacionan como el huevo y la gallina, el juego consiste en adivinar quién es el primero.
Asociada a la literatura aparece la música (poesía). Para oír bien la música se necesitan buenas condiciones acústicas y la esfera material es un mal objeto acústico. Esta complicación aparece desde los albores de los tiempos. Quizás la acústica re-forma la esfera en un cubo, y también los imperativos funcionales y comerciales, y aparecen, tardías, las cajas para resguardar el tesoro de la polis.




Esferas-6

Las Meninas es una Esfera de Pascal

[Pascal]…aborrecía el universo y hubiera querido adorar a Dios, pero Dios, para él, era menos real que el aborrecido universo. Deploró que no hablara el firmamento, comparó nuestra vida con la de náufragos en una isla desierta. Sintió el peso incesante del mundo físico, sintió vértigo, miedo y soledad, y los puso en otras palabras: “La naturaleza es una esfera infinita, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna.” Así publica Brunschvicg el texto, pero la edición crítica de Tourneur (París, 1941), que reproduce las tachaduras y vacilaciones del manuscrito, revela que Pascal empezó a escribir effroyable: “Una esfera espantosa, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna.”
 (J. L. Borges. La Esfera de Pascal. Otras inquisiciones)

Pascal sufría agorafobia, el silencio eterno de los espacios infinitos le producía espanto. Los tormentos íntimos de Pascal al enfrentarse a la contradicción entre sus convicciones teocéntricas cristianas y la realidad física que comprueba, le llevan a representarse la no-esfera como algo espantoso. Horrorosa nos parece la posición de Velázquez en la corte, criado del rey, subordinado a los caprichos del poder, pero quizás por su carácter (su flema), su virtuosismo o simplemente su misericordia, nos ofrece un arte sin horrores.
Supongamos que, como toda gran obra de arte, Las Meninas es una esfera (en el sentido de Peter Sloterdijk). Busquemos su centro. Velázquez resalta, como un prestidigitador, tres posibles puntos, centros de energía expresiva y origen de las ilusiones y adivinanzas:
El centro del cuadro, ocupado por el motivo más brillante, la infanta Margarita
El centro del espacio representado, el centro de la pared del fondo, donde se ubica el enigmático espejo de los reyes.
El centro del sistema perspectívico, que coincidiría con el centro del cuadro si con hábil maniobra no hubiese alejado el cuadro de la pared lateral, se sitúa en el centro de la puerta del fondo, debajo del codo en forma de V de Nieto.
Tres centros que escamotean el centro. Estos tres puntos no coinciden en la pintura, pero tienden a confundirse en la imaginación del espectador. Es quizás el principal truco que  utiliza el artista para distraer la atención y complicar la solución del acertijo.
Trinidad que denota que el cuadro no tiene un centro, mejor dicho que tiene un conjunto de centros cuya dimensión depende de las interpretaciones. Velázquez nos deja a los espectadores la responsabilidad del centro, cualquier observador que mira el cuadro desde una posición cualquiera se convierte en el centro de Las Meninas. El centro está en todas partes.
Si Las Meninas es una esfera ¿cuál es su límite, su circunferencia? Otra vez juega el maestro con nuestro ingenio al aparentar que la escena está cerrada, que tiene un límite definido en la pared del fondo, cuando en realidad, allí donde debería estar representado el límite lo que aparece, reflejado en el espejo que sostiene Nieto y envolviéndole, es la luz del cielo de Madrid, el cielo infinito, el inconmensurable infinito sin límites. Por no referirnos a la reacción en cadena que provoca la lingüística del cuadro como emisor de mensajes ambiguos, interpretables, infinitamente recursivos. Por tanto el cuadro tiene muchos centros, tantos como observadores, están en todas partes y por carecer de límites, su circunferencia no está en ninguna. Es una no-esfera, una esfera de Pascal, pero no espantosa, quizás sólo castizamente inteligible.


domingo, 1 de septiembre de 2013





Esferas-5

Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?
10 Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.
11 Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano.
12 Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y extranjero serás en la tierra.
13 Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado.
14 He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará.
15 Y le respondió Jehová: Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara.
16 Salió, pues, Caín de delante de Jehová, y habitó en tierra de Nod, al oriente de Edén.
17 Y conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Enoc; y edificó una ciudad, y llamó el nombre de la ciudad del nombre de su hijo, Enoc
(Génesis, 4, Reina, Valera)

¿Con qué arquitectura previa se edifica la primera ciudad del primer fundador, un exiliado condenado al movimiento errático? Sólo cuando ya está construida (y vivida), cuando desde el acto fundacional fáctico se convierte en edificio, es posible deducir una esfera de autoinculpación. La ciudad de Enoc induce una arquitectura de la culpa, pero no estaba disponible una arquitectura culpable previa, una burbuja ideológica, que nos indicara el cómo construir la ciudad.

De asentamientos de culturas en avanzado estado de burbujeo podemos deducir esferas arquitectónicas pre-existentes, ideologías deseantes, inventarios de necesidades, programas simbólicos, etc. que son capaces de expeler burbujas metodológicas indicadoras de los cómo, pero en un estado primario, inicial sólo es previa la esfera del acercamiento, la necesidad de proximidad, o la culpa.

La primera ciudad, Enoc el primer asentamiento, no es el producto material de una arquitectura, como no sea la del amor o la del arrepentimiento.

De la existencia del primer asentamiento no se deduce la existencia de una arquitectura previa. El asentamiento se entrelaza conceptualmente con el lugar, con estar o habitar, con el pasado y con el futuro (aquí reposan los restos de mi padre, aquí nacerá mi hijo) con la casa, pero no con la arquitectura. La arquitectura, tal como se ha entendido hasta ahora, surge con el advertimiento, con la señal, con el monumento. Se encuentra en el menhir pero no en la cabaña, hay más arquitectura en el collar que en el buen fondo. El asentamiento no siente la necesidad de la comunicación, sólo cuando se necesita emitir un mensaje aparece la arquitectura. Esto ha sido válido hasta hoy.


Los mensajes son emitidos por las esferas, las últimas esferas necesitadas de mensajes han sido el negocio inmobiliario y la publicidad. Al estallar la burbuja inmobiliaria condenó a la inopia y al extrañamiento toda su mensajería. De la antigua arquitectura sólo va quedando lo concerniente a la propaganda: torres de cristal que representan al dinero, y eso es todo. Sin necesidad de monumentos y agotada la caza de los millones, la vieja arquitectura desaparece, se convierte en un patético espectro errante por los edificios vacíos abandonados por la avaricia: sus significados ya no sirven para ningún negocio.

¿Deben los arquitectos resignarse a las limitaciones que implica la propaganda y algún que otro mezquino negocio que vaya quedando?

¿Dónde se encuentra ahora la arquitectura?