jueves, 29 de agosto de 2013




Esferas-3

(Al estilo de Peter Sloterdijk)

El teatro es una esfera
Para entender el teatro como una ceremonia de esferecización es necesario entenderlo como un ritual inmunitario. Su liturgia consistiría en la generación de un clima sensible (ero-clima) interior experimentado por un colectivo, experiencia terapéutica de estar-todos-juntos. Sería una defensa frente a la acción dispersante del no-poder-ser-uno-mismo que cotidianamente impone el sistema descentrado a sus sometidos. Podría ser un antídoto o por lo menos un paliativo de los síntomas dispersantes de la identidad, una oportunidad, si acaso imaginaria, efectiva, de encuentro con uno-mismo en el seno de un grupo, simulacro, al fin, de vuelta a la seguridad de la esfera materna. Esa experiencia terapéutica, y a veces incluso taumatúrgica, no necesita, en principio, un lugar determinado. Puede desarrollarse desubicadamente (incluso virtualmente), en cualquier sitio. Sólo se necesita, por la propia facticidad de la ceremonia, algunas condiciones espaciales que son desveladas en un proceso imaginario, artístico. Es lo que llamativamente pero con poca fortuna se ha venido a llamar espacio vacío. Este se genera en un proceso de desnudamiento de las significaciones latentes, cotidianas, convencionales, de un espacio previamente dado y una posterior suplantación de estas por nuevos sentidos, necesarios para contar una historia.
La operación taumatúrgica, casi siempre, consiste en la vivencia de una historia contada por unos y escuchada (imaginada) por otros, y su objetivo tiende a la recomposición de la endosfera íntima -desintegrada por el aterrador sistema sin centro- a base de vivencias colectivas de autoengaño. El catalizador erótico lo proporciona la proximidad de los cuerpos y la experiencia en tiempo real. Se precisa un mínimo de densidad, un número de personas determinado (en cada caso) con problemas de esfericidad -patologías y contagios- necesitadas de inmunología, y una puesta de acuerdo previa, al menos en la ubicación, aunque en la práctica puede haber contradicciones entre voluntades y deseos. Todos convocados a una ceremonia cuya liturgia consistirá, básicamente, en el recorrido de alguna trayectoria imaginaria (una historia, un guión, etc.). Participar en el ritual es asistir, con imaginación culpable, al paso de una esfera pequeña, agrietada, desconsolada, sin garantías, a otra esfera mayor más consistente, de consuelo, aunque sea transitoria.

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