Esferas-3
(Al estilo de Peter Sloterdijk)
El teatro es una
esfera
Para entender el teatro como una ceremonia de esferecización
es necesario entenderlo como un ritual inmunitario. Su liturgia consistiría en
la generación de un clima sensible (ero-clima) interior experimentado por un
colectivo, experiencia terapéutica de estar-todos-juntos. Sería una defensa
frente a la acción dispersante del no-poder-ser-uno-mismo que cotidianamente
impone el sistema descentrado a sus sometidos. Podría ser un antídoto o por lo
menos un paliativo de los síntomas dispersantes de la identidad, una
oportunidad, si acaso imaginaria, efectiva, de encuentro con uno-mismo en el
seno de un grupo, simulacro, al fin, de vuelta a la seguridad de la esfera
materna. Esa experiencia terapéutica, y a veces incluso taumatúrgica, no
necesita, en principio, un lugar determinado. Puede desarrollarse
desubicadamente (incluso virtualmente), en cualquier sitio. Sólo se necesita,
por la propia facticidad de la ceremonia, algunas condiciones espaciales que
son desveladas en un proceso imaginario, artístico. Es lo que llamativamente
pero con poca fortuna se ha venido a llamar espacio
vacío. Este se genera en un proceso de desnudamiento de las significaciones
latentes, cotidianas, convencionales, de un espacio previamente dado y una
posterior suplantación de estas por nuevos sentidos, necesarios para contar una
historia.
La operación taumatúrgica, casi siempre, consiste en la
vivencia de una historia contada por unos y escuchada (imaginada) por otros, y
su objetivo tiende a la recomposición de la endosfera íntima -desintegrada por
el aterrador sistema sin centro- a base de vivencias colectivas de autoengaño.
El catalizador erótico lo proporciona la proximidad de los cuerpos y la
experiencia en tiempo real. Se precisa un mínimo de densidad, un número de
personas determinado (en cada caso) con problemas de esfericidad -patologías y
contagios- necesitadas de inmunología, y una puesta de acuerdo previa, al menos
en la ubicación, aunque en la práctica puede haber contradicciones entre
voluntades y deseos. Todos convocados a una ceremonia cuya liturgia consistirá,
básicamente, en el recorrido de alguna trayectoria imaginaria (una historia, un
guión, etc.). Participar en el ritual es asistir, con imaginación culpable, al
paso de una esfera pequeña, agrietada, desconsolada, sin garantías, a otra esfera
mayor más consistente, de consuelo, aunque sea transitoria.
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