Esferas-2
Hablaremos de palabras con palabras. Adelanto la obviedad de
que lo único que nos va quedando son palabras. Los huevos se han roto. Las
esferas se han desintegrado en polvo que ha sido barrido por la codicia. Ya no
hay nada tácito, implícito, conocido, nada de lo que partir, nada a lo que
agarrarse, ninguna tabla de salvación, ningún consuelo. En el día de hoy no se
puede dar nada por sabido y el único material (nuevo o reciclado) disponible a
nuestro alcance son las palabras. Empecemos con dos palabras: edificio y arquitectura. Entendamos por edificio
cualquier martingala edilicia, actuación urbana, obra civil, etc. Ya saben, un
edificio es una intervención por la mano del hombre sobre-en el mundo. Desde
luego es un hecho material, un objeto, una máquina, a veces se sospecha que
puede ser un no-objeto, al menos una construcción virtual, incluso se puede
pensar en una ecuación, algo con gran contenido abstracto, pero que de todas
formas se presenta, está re-presentado por entidades materiales (aunque sólo
sea una cifra, un álgebra). De momento no sabemos qué significa arquitectura, y de eso se trata, sólo
podemos acercarnos al término por diferenciación, medida o ausencia. Se intuye
que arquitectura (al menos) es una
cualidad que posee (o no) el edificio.
Como cualidad es medible y se puede formular la pregunta: ¿cuánta arquitectura tiene el edificio? La arquitectura se manifiesta (también) en el edificio, no sabemos todavía lo que es ni de qué estamos hablando pero
cualquiera puede decir enseguida que ese edificio
no tiene o tiene muy poca arquitectura.
¿Estarán de acuerdo en que un edificio permite ser usado para algo? Ser usado para conmemorar una
victoria, gasear comunistas, ganar dinero o hacer teatro, por ejemplo. Si el
ejercicio del uso deseado no es obstaculizado, o mejor aún favorecido de algún
modo, por las características del edificio,
la mayoría de las veces no se suele pedir más, y si al estado de bienestar que
se siente por la satisfacción de aquellos deseos se le suele llamar arquitectura, bien está. El problema es de orden, de prioridad. Si el edificio está dado, deducir de él su
contenido en arquitectura puede ser muy
difícil en el plano intelectual, pero es inmediato en el sentimental o
sensitivo. Podemos imaginar el fenómeno como si un ente material (el edificio) dado a priori manifestara o
emanara un éter que provoca en cualquiera un estado narcótico, alucinógeno, aromático,
placentero, físico o espiritual, a veces terrorífico, siempre sensible, al que
se llama arquitectura. Lo que nos
interesa es cuando el edificio no
está dado previamente. La cuestión es cómo de la arquitectura deducimos el edificio.
Nuestro objetivo es encontrar arquitectura
(sea lo que sea) y en un proceso generativo deducir y construir el edificio, la máquina de satisfacer
deseos. Así que hay que empezar por una acción indefinida, digamos un ente que
vive en el pensamiento, un fantasma de la imaginación, una quimera a la que
llamamos arquitectura. Esa burbuja
mental es expelida por el deseo y provoca una reacción en cadena generativa,
que casi siempre consiste en la manipulación de objetos materiales para
terminar en el edificio: una
ensambladura viscosa, impregnada y goteante de significados, permisiva, amable
y acogedora como un útero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario