Esferas-6
Las Meninas es una Esfera de Pascal
[Pascal]…aborrecía el universo y hubiera querido adorar a Dios, pero Dios, para
él, era menos real que el aborrecido universo. Deploró que no hablara el
firmamento, comparó nuestra vida con la de náufragos en una isla desierta.
Sintió el peso incesante del mundo físico, sintió vértigo, miedo y soledad, y
los puso en otras palabras: “La naturaleza es una esfera infinita, cuyo centro
está en todas partes y la circunferencia en ninguna.” Así publica Brunschvicg
el texto, pero la edición crítica de Tourneur (París, 1941), que reproduce las
tachaduras y vacilaciones del manuscrito, revela que Pascal empezó a escribir effroyable: “Una esfera espantosa, cuyo centro está en todas
partes y la circunferencia en ninguna.”
(J. L. Borges. La
Esfera de Pascal. Otras inquisiciones)
Pascal sufría agorafobia, el silencio eterno de los espacios infinitos le producía espanto. Los tormentos íntimos de Pascal al enfrentarse
a la contradicción entre sus convicciones teocéntricas cristianas y la realidad
física que comprueba, le llevan a representarse la no-esfera como algo
espantoso. Horrorosa nos parece la posición de Velázquez en la corte, criado del
rey, subordinado a los caprichos del poder, pero quizás por su carácter (su
flema), su virtuosismo o simplemente su misericordia, nos ofrece un arte sin
horrores.
Supongamos que, como toda gran obra de arte, Las
Meninas es una esfera (en el sentido de Peter Sloterdijk). Busquemos su centro.
Velázquez resalta, como un prestidigitador, tres posibles puntos, centros de
energía expresiva y origen de las ilusiones y adivinanzas:
El centro del cuadro, ocupado por el motivo más
brillante, la infanta Margarita
El centro del espacio representado, el centro de
la pared del fondo, donde se ubica el enigmático espejo de los reyes.
El centro del sistema perspectívico, que
coincidiría con el centro del cuadro si con hábil maniobra no hubiese alejado
el cuadro de la pared lateral, se sitúa en el centro de la puerta del fondo,
debajo del codo en forma de V de Nieto.
Tres centros que escamotean el centro. Estos tres
puntos no coinciden en la pintura, pero tienden a confundirse en la imaginación
del espectador. Es quizás el principal truco que utiliza el artista para distraer la atención
y complicar la solución del acertijo.
Trinidad que denota que el cuadro no tiene un
centro, mejor dicho que tiene un conjunto de centros cuya dimensión depende de
las interpretaciones. Velázquez nos deja a los espectadores la responsabilidad
del centro, cualquier observador que mira el cuadro desde una posición
cualquiera se convierte en el centro de Las Meninas. El centro está en todas partes.
Si Las Meninas es una esfera ¿cuál es su límite,
su circunferencia? Otra vez juega el maestro con nuestro ingenio al aparentar
que la escena está cerrada, que tiene un límite definido en la pared del fondo,
cuando en realidad, allí donde debería estar representado el límite lo que
aparece, reflejado en el espejo que sostiene Nieto y envolviéndole, es la luz
del cielo de Madrid, el cielo infinito, el inconmensurable infinito sin límites.
Por no referirnos a la reacción en cadena que provoca la lingüística del cuadro
como emisor de mensajes ambiguos, interpretables, infinitamente recursivos. Por
tanto el cuadro tiene muchos centros, tantos como observadores, están en todas
partes y por carecer de límites, su circunferencia no está en ninguna. Es una
no-esfera, una esfera de Pascal, pero no espantosa, quizás sólo castizamente
inteligible.
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