Esferas-12
El teatro esférico y
el problema de la embocadura
El acto teatral entendido como performance
optimista, cosa que ocurre aquí y ahora para consuelo de indigentes, tiene
tantas dificultades sistémicas para el estremecimiento sentimental que debe
procurarse que sea global y globalizado en su propio mundo de ilusión.
Cualquier intromisión (visible, acústica u olfativa) de la realidad cotidiana
en ese mundo redondo de ficción, distrae la falsa realidad de la construcción
dramática y espabila el sopor narcótico identificatorio o mimético. Por eso, o
el espacio escénico es una esfera rodeante, totalitaria y sin límites, o, como
ocurre en el teatro a la italiana, debemos enfrentarnos a la necesidad de
difuminar los límites, la embocadura, para evitar toda interacción presente
indeseable. Evitar las intrusiones distorsionantes y emborronar los límites ha
llevado a los extravagantes, insólitos y borrosos diseños de embocaduras de
nuestros teatros. En otros momentos se resolvía la distorsión diseñando sala y
espacio escénico de forma estilísticamente similar, manteniendo incluso la
misma iluminación, integrando el vacío teatral en un espacio único. Desde que
la sala se apaga y se distingue el espacio escénico activo del espacio inactivo
del público, el problema del diseño de la frontera no tiene solución. El día a día
va pasando y la costumbre encalla la sensibilidad y aumenta la capacidad de
soportar molestias e interrupciones sin perder el hilo de la ilusión. Demasiada
ingenuidad se le exige a veces a un público desintegrado e indefenso como el
actual.
A la pregunta qué es un teatro respondía Svoboda: “un
espacio que espera curioso” y también decía “contra lo primero que hay que
luchar es contra la sala”, o sea que el edificio teatral, a pesar de su
expectativa, no garantiza nada porque la sala, mal necesario, es siempre un
enemigo. Y la guerra se desarrolla en la frontera, en la embocadura, sin
esperanza de solución, aceptando el espectáculo con resignada convención.
Si el teatro se quiere como acción terapéutica
será necesario ir más allá de los simulacros y los convenios inocentes. La
acción taumatúrgica debe ser real en el seno de una irrealidad radiante, rodeante,
esférica, sin embocaduras.
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